La gente siente una enorme necesidad de aferrarse a su memoria, donde perdura aquel proyecto que con sus luces y sombras nos abría un futuro para todas y todos, que nos hacía soñar con un mundo diferente, cuando la palabra «futuro» no despertaba miedo, sino esperanza y anhelo.
Los pueblos de ahora no encuentran ideologías ni esperanza en lo que se llama «progreso», todo cambia y lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana. Es posible una larga existencia de una sociedad donde el dinero no sea ni el valor central ni la principal condición para el desarrollo humano…
Desde el reino de lo secundario, tan normalizado y generalizado por el capitalismo, donde la libertad de elegir entre mil colores y texturas de papel higiénico se presenta como uno de los pasos hacia la felicidad plena. Conviene mucho más al capitalismo aprovechar la falta de experiencia política del pueblo, la falta de democracia y de participación real de los ciudadanos en la toma de decisiones del Estado.
La democracia no cumple con su obligación y se somete al poder económico. Los políticos se convierten en intermediarios entre el poder económico y la ciudadanía. Cuando un tanto por ciento elevado de la población vota en blanco, representa una especie de revolución silenciosa de la gente que también es totalmente democrático, en cambio cuando la gente se abtiene y no va a votar, las élites políticas no se preocupan…
La sociedad cambiaría si la democracia y la educación se situaran en un mismo plano. Supuestamente vivimos en la democracia, pero no lo es en realidad. Este mundo está lleno de injusticias que no se resuelven, hay asesinatos, pobreza extrema, migración en altas cantidades de gente porque no hay futuro a la vista, TODAS y TODOS, en el mundo globalizado estamos viviendo una especie de desastre mundial, donde no parece haber solución en lo inmediato y de lo que se trata es de refundar el concepto de democracia a partir de las necesidades reales que vive la gente, sobre todo en la búsqueda de evitar un colapso que entierre los anhelos de libertad y dignidad enfrentándonos a la pobreza, las enfermedades y, sobre todo, a la desesperanza.